Pintura de Edward Hooper |
Me acuerdo de mi maestra
de piano cuando me dijo que mis manos no servían, que solo aporreaba el piano y
fue entonces cuando me comparó con mi hermano.
Me acuerdo de mi maestra
de matemáticas que me reprobó a propósito estando yo aprobada y fue entonces cuando
me comparó con mi hermano.
Me acuerdo de mi maestra
de inglés que se rió cuando no supe pronunciar la palabra “refrigerador” y fue
entonces cuando me dediqué a leer y no hablar nada.
Me acuerdo de mi maestra
de diseño gráfico cuando me dijo que mis manos no servían y me buscara otra
actividad artística y fue cuando toqué la puerta de fotografía y encontré un
amor pasajero.
Me acuerdo de la mayoría
de mis maestros de bachillerato que se dedicaban a hablar y a fumar y no me
mostraban el mundo que yo quería aprender.
Sí, me acuerdo y agradezco
a todos esos maestros que no me tuvieron paciencia, ni comprendieron que yo
necesitaba otro tipo de enseñanza, ni creyeron en mí, porque lo único que
lograron fue que no claudiqué, ni me traumé y seguí adelante con esos estudios.
Ellos no sabían que yo vivía entre piedras.
Pero también…
Me acuerdo de mis padres
y hermano por lo que me enseñaron.
Me acuerdo de mi maestra
de sexto de primaria cuando descubrió que yo sí era inteligente y me retó a
llegar a la fila de la calificación del 9.
Me acuerdo de mi maestra
de español de la secundaria que siempre alabó mi lectura en voz alta y me ponía
de ejemplo. Y me fomentó el gusto por la Literatura y el Teatro.
Me acuerdo de todos mis
maestros de la Universidad que transformaron mi mundo. Y qué decir del maestro
que me dijo con tanto cariño que me apartara del mal ambiente y me dedicara a
estudiar. Y del director de la Facultad que me distinguía con viajes y un día
fui a parar a los Pinos para conocer a un Presidente. Yo me acuerdo de todos,
de cada uno de ellos, porque me dejaron trascendencia.
Me acuerdo de mis maestros
de Biblia que me enseñan a abrir los ojos y los oídos.
Me acuerdo de mi
asistente doméstica, del vendedor de flores, del jardinero, del cartero, del mesero,
de la costurera, del mecánico, del panadero, del albañil, del carpintero, del
herrero y de toda esa larga lista invisible
que me ha enseñado su grandioso mundo.
Me acuerdo de todos los anónimos
que me han enseñado sin saberlo.
Me acuerdo de todos los
niños que corren, bailan, juegan, ríen y me enseñan a ser mejor persona.
Me acuerdo de los jóvenes
que me enseñan a no perder la esperanza.
Me acuerdo de los
ancianos que me enseñan a través de su
debilidad física.
Me acuerdo de los perros,
gatos, pájaros, mariposas, hormigas,
ardillas, conejos, burros, caballos y tantos que se han atravesado en mi camino
y me han dado una alegre enseñanza.
Me acuerdo de los
cineastas, escritores y músicos, sin
ellos mi aprendizaje no crecería.
Me acuerdo de mis amigos
artistas que con sus conversaciones me enseñan a amar el mundo.
Me acuerdo del escritor
que me enseñó el camino sin final para aprender a escribir.
Me acuerdo de mis
maestros virtuales que me dieron enseñanzas sin dejar de sonreír.
Me acuerdo de mis amigos
virtuales que me han enseñado tanto a través de sus países y de sus escritos.
Me acuerdo de mis maestros
de natación, de música, de danza, de gimnasia, de pintura, de fotografía, por
enseñarme que sin arte no hay vida.
Me acuerdo de todos los
maestros que me han dado diplomados y cursos y me han enseñado nuevos panoramas.
Me acuerdo de mis médicos
que me han enseñado mucho, solamente por
el simple hecho de preguntar cómo mejorar mi organismo.
Me acuerdo de cada una de
mis amistades que con sus oficios y profesiones me han enseñado otro camino
maravilloso diferente al mío.
Me acuerdo de mi familia
espiritual que me enseña a esperar con fe y a no claudicar.
Me acuerdo del pasaje de
amor que escribió el apóstol Pablo y que a veces me es tan difícil aprender.
Me acuerdo de mi actual hogar,
porque cada día, encuentro la voz de la enseñanza con sus dos integrantes.
Me acuerdo de todos los
compañeros del pasado en mis diversos trabajos que me enseñaron a vencer obstáculos.
Me acuerdo de mis actuales compañeros de trabajo que me han
enseñado cómo trabajar en el aula sin miedo.
Pero, sobre todo, me
acuerdo de mis compañeros de aula, por los que fueron y por los que son, porque
sin ellos y sin su enseñanza, mi aprendizaje sería en vano.
Sí, también me acuerdo que
los maestros y las enseñanzas no se acabarán.
Con pudor, me acuerdo
de mí. Porque vencí al árbol muerto que me ataba a que mi nombre no floreciera
por sí solo.
Y, por supuesto, me
acuerdo de ti, que pasas por este muro y lo haces puente, enseñándome otra
mirada, otro canto, otro pensar.
¡Gracias!
1 comentario:
Yo me acuerdo de mis compañeros...un saludo desde Murcia...
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